Cuarta Década

Cuarta década
1923 a 1933

Puerto Rico se convirtió en una fábrica azucarera de Estados Unidos; cuatro compañías controlaban toda la producción.
Se cultivaba mayormente la caña, un poco de tabaco y café, y un mínimo de otros frutos.
Los alimentos tenían que importarse solo de Estados Unidos a precios más altos.
El huracán San Felipe II en 1928 afectó enormemente la industria cafetalera y muchos trabajadores y hacendados migraron a las ciudades y pueblos grandes en busca de empleos.
Gran desarrollo de la industria de la aguja y nuestra producción de excelente calidad dejaba grandes ganancias a inversionistas estadounidenses, mientras nuestras trabajadoras recibían centavos por su labor.
Los obreros de la caña no tenían ingresos en el “tiempo muerto”. Para 1926, el 30% de la población estaba desempleada.
Surgieron los arrabales como el Fanguito y se acentuó la migración a Estados Unidos.
El gobierno federal aprobó el programa PRERA para aliviar a los más pobres y estimular la economía.
Para 1930, ya circulaban 16,000 autos.
La educación creció aceleradamente, pero había resistencia al inglés como idioma oficial, sin maestros suficientes para enseñar la nueva lengua.
El voto femenino fue concedido en 1929 para mujeres mayores de 21 años que supieran leer.
La década terminó con los efectos locales de la Gran Depresión de 1929, el huracán San Ciprián en 1932 y el cierre de varios bancos.

Don Rafael Carrión Pacheco, un exitoso empresario y hombre de negocios, inició su participación en el Banco Popular; representaba líneas de ferrocarriles y se destacaba en el negocio de construcción.
Era cliente y director del Colonial American Bank, pero buscaba adquirir un banco pequeño, por lo que comenzó a comprar acciones del Popular.
Para 1928 era el accionista más grande del Banco. En una reunión de accionistas, dijo: “Es imperioso imprimirle al Banco un sabor esencialmente comercial” y resaltó la importancia de establecer relaciones con importantes instituciones bancarias de los Estados Unidos.
Don Damián Monserrat y Simó continuaba como presidente y Carrión Pacheco se convirtió en vicepresidente ejecutivo.
El Popular comenzó a conceder préstamos personales de hasta $1,000 a personas asalariadas. La mensualidad del préstamo de $100 era $8.33.
Carrión Pacheco redactó el Credo del Banco Popular (1928).
En medio de la Gran Depresión, hubo pánico entre los clientes de los bancos locales por la situación en los Estados Unidos. La gente corrió a retirar sus fondos, pero el gobierno local intervino para controlar la situación.
El huracán San Ciprián en 1932 causó infinidad de daños, sobre todo a los agricultores, y, por ende, a los bancos, que les habían prestado grandes cantidades.
El Banco Popular cerró su cuarta década con un plan de recapitalización. Varios bancos se fusionaron y otros cerraron.

Con el éxodo de puertorriqueños a los Estados Unidos se exportó nuestra música y nuestros compositores se fueron abriendo camino en Nueva York.
En la montaña continuaba la música autóctona con las décimas improvisadas y los mismos instrumentos: el cuatro, tiple, bordonúa, guitarra y el güiro. Seguía la bomba y se expandió la plena.
Surgen las melodías en forma de noticia cantada, como “Mataron a Elena” y “Mamita llegó el obispo”. Se mantenía el interés por la zarzuela.
A la misma vez, entraban ritmos estadounidenses y se adoptaban algunos pasos bailables.
Ramito, el “cantor de la montaña”, fomentó, promovió y difundió la plena puertorriqueña a nivel internacional.
Otros artistas destacados fueron el profesor del cuatro Maestro Ladí; el trompetista, arreglista y compositor Juan Tizol; la cantante Ruth Fernández; los compositores Rafael Hernández y Pedro Flores; y el rey de los timbales, Tito Puente.
Tomaron auge las orquestas tropicales y el merengue dominicano comenzó tímidamente a difundirse.

Surge el concepto de un tope para el árbol – un ángel o una estrella – se hizo más popular.
Los árboles naturales se habían convertido en el centro del hogar en las fiestas.
Para los años 20, se introdujo el uso de cabello de ángel. Se esmeraban colocando ese material de fibras de cristal, y el color más utilizado era el rojo. El verde aparecía rara vez.
Para los “Roaring Twenties” surgieron los colores pasteles como lavanda, azul pálido, crema y rosa. Estaban adornados exageradamente con elementos brillantes; la mayoría, tenía hasta siete tipos de guirnaldas.